dimecres, 21 de maig del 2014

La muerte llamó a mi puerta.

La muerte llamó a mi puerta preguntando por un corazón roto y un alma en pena.
Le dejé pasar, le conté mis penas y le dije que podía llevarse todo de mí.
Ella me miró y me dijo que no, que en ese corazón había un amor tan intenso que le mantenía con vida por muy roto que estuviera.
Le dije que podía llevarse mi alma, que yacía muerta en mi interior.
Ella, mirándome fijamente, me sonrió y me explicó que ella se llevaría todo de mí cuando llegara la hora, pero que mientras tanto, mi alma debía permanecer en mí.
Le expliqué que yo estaba viva físicamente, pero que mi interior estaba muerto.
Ella no tardó en contestarme que debía mirarme al espejo y sonreír, que la única persona que podía hacerme feliz era yo y que la vida era un juego, y yo una de sus participantes.
Todos mis actos quedarán grabados.
Y que ella es el malo final, al que muchos se enfrentan con la inútil esperanza de ganar el juego.
Ella está tan segura de ganarnos, que nos da toda una vida de ventaja.

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